martes, 17 de marzo de 2015

¿CUMPLES TU PALABRA?

¡No cumples tu palabra!, dirán algunos que ni entienden.

¿Quién no se ha topado alguna vez en su vida con alguno de esos tipejos que entre la muchedumbre acostumbran a vocear por doquier estas mismas palabras y rebatir a la menor oportunidad a todos los que no siguen su mismo juego sucio? Atended bien, pues son esos mismos los que, hechos a usar la tergiversación, la manipulación y la dialéctica confusa de una manera premeditada y egocéntrica, se crecen ignorantemente ante las personas y situaciones cuya razón de ser no se enaltece ni aspira a nada que no sea la simple autenticidad.

Y es que para decir algo con fundamento y verdad, primero hay que conocerlo y procesarlo, practicarlo y tenerlo como principio propio sin llegar a alterar lo que, por naturaleza, es. Por eso, se hace bastante bizarro observar a alguien que pretende tomar el estandarte de la palabra como valor intrínseco y verdadero cuando ni siquiera conoce lo que es poseer valor ni autenticidad. Precisamente esos individuos, y no otros, son los que se pronuncian una vez tras otra, cargados de razones y de falsos derechos fundados, para acusar y desprestigiar el correcto proceder de los demás diciendo: “Tú no cumples tu palabra”.

Diré más, el cumplimiento de toda afirmación pronunciada (de forma constructiva y enriquecedora) por alguien es el más noble principio que ese alguien puede poseer. Lo que uno dice procede de lo que piensa y siente. Esas palabras con las que uno se expresa son verdaderas sentencias cargadas de inevitables efectos que marcarán su trayectoria durante toda su existencia, tanto para bien como para mal (por la palabra se construye y se destruye). Se hace evidente pues que los acostumbrados a serpentear con sus despectivos vocablos hacia los demás se sientan acorralados y ofendidos por la imperiosa fuerza de la palabra cuando ven que la vida misma les devuelve precisamente lo que por su boca tanto se dedicaron a pregonar y criticar. Tan solo es cuestión de tiempo. Y es que es más fácil intentar hundir y machacar al que de veras siempre cumple su palabra que demostrar y reconocer la colosal ignorancia a la que las vidas de éstos andan sometidas. A todos ellos aclararé que toda palabra expresada con verdad y honestidad hace libre a quien las pronuncia, mientras esclaviza y condena a quien las utiliza con falsedad y premeditación. Eso es lo que marca la gran diferencia.

Afortunadamente muchas son las personas que todavía comparten esta visión, nacimos todos con la gracia de la palabra; honesta, transparente y verdadera, y esta misma gracia nos acompañará hasta el fin de nuestros días sin que nada ni nadie pueda derribarla, mermarla ni destruirla con sus venenosos y paupérrimos comentarios. Cuando alguien está tan acostumbrado a vagar en la oscuridad, cualquier luz que se le presenta es interpretada como perjudicial y molesta, contraria e incluso amenazante, pues puede desvelar y dejar al descubierto la patraña y la falacia que se halla oculta tras sus aparentes intenciones. La primera reacción ante ello será pronunciar repetidamente, de forma alterada, intranquila e incluso con tartamudez: “Tú no cumples tu palabra”. ¿De veras lo crees?

“BUSCABAS EN LUGAR EQUIVOCADO”
José María Zaragoza


josemariazaragoza.blogspot.com

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