¡No
cumples tu palabra!, dirán algunos que ni entienden.
¿Quién
no se ha topado alguna vez en su vida con alguno de esos tipejos que entre la
muchedumbre acostumbran a vocear por doquier estas mismas palabras y rebatir a
la menor oportunidad a todos los que no siguen su mismo juego sucio? Atended
bien, pues son esos mismos los que, hechos a usar la tergiversación, la
manipulación y la dialéctica confusa de una manera premeditada y egocéntrica,
se crecen ignorantemente ante las personas y situaciones cuya razón de ser no se
enaltece ni aspira a nada que no sea la simple autenticidad.
Y
es que para decir algo con fundamento y verdad, primero hay que conocerlo y
procesarlo, practicarlo y tenerlo como principio propio sin llegar a alterar lo
que, por naturaleza, es. Por eso, se hace bastante bizarro observar a alguien
que pretende tomar el estandarte de la palabra como valor intrínseco y
verdadero cuando ni siquiera conoce lo que es poseer valor ni autenticidad. Precisamente
esos individuos, y no otros, son los que se pronuncian una vez tras otra, cargados
de razones y de falsos derechos fundados, para acusar y desprestigiar el correcto
proceder de los demás diciendo: “Tú no cumples tu palabra”.
Diré
más, el cumplimiento de toda afirmación pronunciada (de forma constructiva y
enriquecedora) por alguien es el más noble principio que ese alguien puede
poseer. Lo que uno dice procede de lo que piensa y siente. Esas palabras con
las que uno se expresa son verdaderas sentencias cargadas de inevitables
efectos que marcarán su trayectoria durante toda su existencia, tanto para bien
como para mal (por la palabra se construye y se destruye). Se hace evidente
pues que los acostumbrados a serpentear con sus despectivos vocablos hacia los
demás se sientan acorralados y ofendidos por la imperiosa fuerza de la palabra cuando
ven que la vida misma les devuelve precisamente lo que por su boca tanto se
dedicaron a pregonar y criticar. Tan solo es cuestión de tiempo. Y es que es
más fácil intentar hundir y machacar al que de veras siempre cumple su palabra
que demostrar y reconocer la colosal ignorancia a la que las vidas de éstos andan
sometidas. A todos ellos aclararé que toda palabra expresada con verdad y
honestidad hace libre a quien las pronuncia, mientras esclaviza y condena a
quien las utiliza con falsedad y premeditación. Eso es lo que marca la gran
diferencia.
Afortunadamente
muchas son las personas que todavía comparten esta visión, nacimos todos con la
gracia de la palabra; honesta, transparente y verdadera, y esta misma gracia nos
acompañará hasta el fin de nuestros días sin que nada ni nadie pueda
derribarla, mermarla ni destruirla con sus venenosos y paupérrimos comentarios.
Cuando alguien está tan acostumbrado a vagar en la oscuridad, cualquier luz que
se le presenta es interpretada como perjudicial y molesta, contraria e incluso
amenazante, pues puede desvelar y dejar al descubierto la patraña y la falacia
que se halla oculta tras sus aparentes intenciones. La primera reacción ante
ello será pronunciar repetidamente, de forma alterada, intranquila e incluso con
tartamudez: “Tú no cumples tu palabra”. ¿De veras lo crees?
“BUSCABAS EN LUGAR EQUIVOCADO”
José María Zaragoza
josemariazaragoza.blogspot.com